Karen Uhlenbeck, primera mujer ganadora del Premio Abel, considerado Nobel de las matemáticas.

Si en nuestro artículo del pasado 8 de marzo hablábamos de la falta de referentes femeninos en el campo de las ciencias y la tecnología (puedes leer más aquí), hoy nos alegra compartir la noticia de que por primera vez en sus 16 años de historia, el Premio Abel de este año ha sido concedido a una mujer: la estadounidense Karen Uhlenbeck.

Los Premios Abel de matemáticas fueron creados en 2002 por el gobierno noruego ante la falta de un Premio Nobel en esta categoría y lleva el nombre del matemático también de origen noruego Niels Henrick Abel. Es una de las principales distinciones en el campo de las matemáticas junto con la Medalla Fields, también considerada Nobel de las matemáticas aunque más limitado, ya que solo se entrega a menores de 40 años y cada 4 años (y también os hablamos de Maryam Mirzakhani, la primera mujer en obtener el galardón).

Centrándonos en la carrera de la galardonada, nacida en Cleveland, Ohio, en 1942, cuenta con una extensísima carrera dedicada a la investigación y a la enseñanza además de luchar por hacerse un hueco en un mundo en el que, como ella misma ha contado en muchas ocasiones, se le presentaba eminentemente masculino y lleno de trabas. Ahora la Academia Noruega de las Ciencias y las Letras por fin premia a Uhlenbeck por sus «logros pioneros sobre ecuaciones diferenciales parciales geomericas, la teoría de gauge y los sistemas integrables y por el impacto fundamental de su trabajo en temas de análisis, geometría y física matemática»

Las reacciones de alegría de la comunidad matemática mundial no se han hecho esperar, y no solo porque Karen Uhlenbeck sea la primera mujer en conseguir el Premio Abel después de 19 hombres premiados, sino porque sus investigaciones han sido esenciales para entender, por ejemplo, las superficies mínimas como las formadas por las pompas de jabón cuando se consideran muchas dimensiones de espacio, o por las aplicaciones que sus ideas pueden tener en la teoría de cuerdas, por citar otro ejemplo más.

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