Dime qué diminutivo utilizas y te diré de dónde eres.

Un diminutivo (ese sufijo que añadimos al final de una palabra para dotarle de una nueva connotación) no solo puede referirse al tamaño o el cariño o incluso el desprecio que queremos expresar sino que ademas nos puede identificar como hablantes de una zona concreta de España. 

El sufijo más utilizado y por tanto el que menos define de dónde somos es -ito/-ita como niñito o niñita. La cosa cambiaría si habláramos de un niñuco, donde el -uco del final delatará que eres de Cantabria. Si te refieres a un muchachín, muchachino o muchachina, entonces querido hablante lo más probable es que seas de la España occidental: asturiano, leonés, extremeño o de la sierra de Huelva de donde son típicos los sufijos -ín/-ino/-ina. El sufijo -iño/-iña denota un origen galleguiño del hablante mientras que si tu diminutivo es -ico/-ica, como en ese revelador ¡qué bonico! es señal de que vienes de Aragón, La Mancha, la zona oriental de Andalucía o de Murcia, donde a veces se convierte en el diminutivo -iquio (por otro lado el sufijo -ico es también muy utilizado en las áreas andina, caribeña y centroamericana). Esa terminación de -illo/-illa en chiquillo o chiquilla era la más común en España hasta el s. XVIII aproximadamente, aunque hoy se ha convertido en un rasgo distintivo de los hablantes andaluces.

Pero no solo el diminutivo que usas puede desvelar tu procedencia, cómo lo utilizas también. En el español de América Latina se ponen más diminutivos en adverbios que en castellano, por ejemplo (ahorita, despacito). Juntar la palabra directamente con el diminutivo o no también puede ser un claro indicativo de tu procedencia, poner un interfijo (que así se llaman estos elementos) es mucho más típico del español de España que del latino, diferenciando el piececito del piecito o el viejecito del viejito, por ejemplo.

Como curiosidad, estamos rodeados de palabras que pese a que están construidas con diminutivos a fuerza de tanto usarlas ya ni nos damos cuenta. En este grupo nos encontraríamos con términos como pañuelo (sufijo -uelo añadido a paño), carrete (sufijo -ete), abanico (sufijo -ico)… Son las llamadas lexicalizaciones.

Teniendo todo esto en cuenta, seguro que a partir de ahora podéis averiguar de dónde es la persona con la que estáis hablando y de lo único que tendréis que preocuparos es de hacer un buen uso de los diminutivos, no sea que al hablar de algo pequeño sonéis más cariñosos de lo necesario o que en un intento de agradar lo que consigáis sea lo contrario.

 

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