La pizarra de Einstein.

Einstein y cualquier asunto relacionado con él es siempre un tema interesante del que hablar (o escribir), su genialidad fue tal que aún a día de hoy es noticia por las aplicaciones de sus estudios, como la de la Teoría de la Relatividad para calcular el peso de una estrella o la detección de las ondas gravitacionales predichas por él mismo.

Casi cualquier cosa relacionada con él es noticia, como en el caso de la famosa pizarra de Oxford. Se trata de una pizarra que se conserva en el Museo de Historia de la Ciencia de dicha ciudad, la misma que utilizó en una clase magistral en la Universidad de Oxford el 16 de mayo de 1931 y que aún conserva sus anotaciones intactas.

Lo más llamativo de esta reliquia es que en ella queda constancia ¡de un error!. Sin entrar a desgranar las fórmulas (¡estamos hablando de calcular la edad del universo!) el error se encuentra en la cuarta fila y ojo porque es un error numérico propio de estudiante de primero de Física… aún así no fue descubierto hasta 2013 por C. O’Raifeartaigh y B.McCann. Einstein sabía que el resultado era incorrecto, pero prefirió pensar que se debía a que su modelo era demasiado simple y no que hubiera un error aritmético.

Ya sabéis eso de que «errar es de humanos» y este no es el único error que con el paso del tiempo se ha detectado en alguno de los trabajos de Einstein, pero para el resto de los mortales es un alivio ver que hasta los genios se equivocan, y que aún así siguen adelante.

Pero antes de despedirnos, os dejamos con una última curiosidad sobre Einstein, una que además nos toca de cerca. Entre finales de febrero y primeros de marzo de 1923, Einstein realizó una visita de unos veinte días a Barcelona, Madrid y Zaragoza para ofrecer varias conferencias. En la Facultad de Ciencias de Zaragoza ofreció dos charlas, se cuenta que después de la segunda el rector Ricardo Royo Villanova le pidió que no borrase el contenido de la pizarra que el premio Nobel había utilizado y que la rubricara con su firma para «mostrarlos a las generaciones venideras, como reliquias de la fecha de hoy» como recoge en su crónica la prensa local de la época. La mala noticia es que no se sabe qué ocurrió con semejante tesoro: si permanece en algún sótano, si desapareció en la guerra o en la mudanza al campus de la plaza de San Francisco, si algún bedel despistado la limpió sin saber muy bien de qué se trataba… aunque las intenciones del rector fueron buenas, en realidad nunca más se volvió a ver la ilustre pizarra que se convirtió en una especie de leyenda urbana.

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